Artículo redactado por Francisco Fraile

 

La sociedad actual ha roto con todo lo establecido anteriormente. Si hubiese que caracterizar de alguna forma la situación en la que está, probablemente sería necesario establecer una dicotomía: Son tiempos tan fáciles como difíciles.

Fáciles, gracias a factores como la aparición de Internet, las Redes Sociales, la Geolocalización… que permiten que tengamos una vida más cómoda. ¿Quieres ir a algún sitio y no te ubicas? Tienes Google Maps a tu alcance. ¿Has perdido la pista de un viejo amigo de Primaria? Instagram te contará hasta el más mínimo detalle de él, incluyendo sus aficiones, sus compañías, o los lugares que ha visitado.

Esta sólo es una pequeña parte de todas las ventajas que la Tercera Revolución Industrial nos ha proporcionado, ya que ha simplificado muchas tareas, creado nuevos empleos, y facilitado el acceso a la información a nivel general, sobre todo gracias a la reciente llegada de las Inteligencias Artificiales. A pesar de todo, este cambio ha traído consecuencias, tanto positivas como negativas para el desarrollo del ser humano. Lo positivo es, entre otras cosas, lo citado anteriormente; todo el mundo ya conoce las ventajas que nos aportan las Nuevas Tecnologías debido a su uso diario, por tanto, es más conveniente reflexionar acerca del aspecto negativo, la “cara B” que es más difícil de ver.

Hemos llegado un punto en que la tecnología no se adapta al ser humano, sino que el ser humano se adapta a la tecnología; sin ir más lejos, las Redes Sociales y su inmediatez nos han convertido en individuos impacientes. Recuerdo que mi padre y mi tío me contaban a modo de anécdota que, cuando eran pequeños, un juego de ordenador podía tardar unos 20 minutos en cargar, tiempo que era aprovechado para hacer otras cosas mientras tanto, como merendar.

Si extrapolamos este ejemplo a los momentos actuales, un tiempo de carga de más de 15 segundos es motivo de frustración, porque nos hemos acostumbrado a tener el feed de “X” actualizado a los 3 segundos. También podemos ver reflejada esta necesidad de la inmediatez en el cine, ya que las películas actuales se desarrollan de manera mucho más rápida; de hecho, personalmente me resulta difícil ver algunas películas de cine clásico debido a su lento desarrollo, además, estoy seguro de que no soy el único que convive con este problema.

En definitiva, todo lo dicho anteriormente lleva a que nuestra generación no sepa apreciar todas aquellas cosas que no tienen un resultado inmediato, como la lectura.

Aunque este no es el único problema existente, el hecho de que tengamos toda la información a nuestro alcance también se ha vuelto un problema serio por dos motivos: El primero, debido a la facilidad que ahora existe de caer en manipulaciones y engaños, por la generalización de las Fake News.

Ahora, más que nunca, triunfa la demagogia por encima del conocimiento, el dogmatismo por encima del raciocinio. No trato de quitar mérito a la oratoria, la cual es una capacidad fundamental dentro de las Humanidades, y más existiendo figuras de tanta importancia en las Humanidades como Demóstenes, o incluso Cicerón, que tanta vinculación tienen con este Arte. Pero sí que es conveniente velar por una sociedad más culta y formada, para que sea la capacidad de pensamiento crítico de las personas la que determine sus posturas, y no los adornos que pueda llevar incorporados una bolsa de aire que, al fin y al cabo, no deja de estar vacía.

El segundo punto tiene que ver con el efecto Dunning-Kruger. Este es un fenómeno de la psicología que defiende que hay personas que sobreestiman sus habilidades y conocimiento, en este caso, por culpa de lo fácil que es hacer una búsqueda en la Web.

Internet ha dado lugar al nacimiento de un nuevo tipo de perfil, al que podemos referirnos como “todólogo”, que opina de absolutamente cualquier cosa, sin ningún tipo de pudor. El problema es que algunas de estas personalidades han logrado una fuerte influencia gracias a la fuerza de las Redes, lo que les convierte en referentes, incluso a nivel mundial. Estamos actualmente viviendo en una – como diría Bauman – “Sociedad líquida”, donde predomina el relativismo, y cada vez es más complicado no vivir en una burbuja individualista.

Aquí es donde sale a relucir la verdadera temática de este artículo, y donde buscamos rescatar ese concepto (cada vez más arcaico y olvidado) denominado “Humanidades”. Necesitamos la Filosofía para reflexionar, la Historia para conocer nuestras raíces culturales, la Lengua para emplear correctamente nuestro idioma.

Aristóteles defendía que el principio fundamental de la sabiduría es dudar. Si establecemos toda la información que encontramos en la Red como “válida”, sin plantearnos siquiera que pueda estar sesgada, nos estamos sumergiendo en una forma de pensamiento falaz, que hace que cortemos con cualquier idea que pueda romper con nuestro esquema mental. Por ello, la sociedad está tan crispada: Ya no existe el diálogo, sólo el debate.

El propio Schopenhauer en “El arte de tener razón” habla de que las personas están más interesadas en ganar y demostrar que tienen razón, que en llegar a la verdad. Audre Lorde, activista y escritora afroamericana, también veía el debate como algo que perpetúa estructuras de poder, y no conduce a una verdadera liberación y transformación.

Por tanto, el humanista nunca debe de buscar el debate, sino que es su deber promover el diálogo. David Bohm en su obra “Sobre el diálogo” explica a la perfección la diferencia entre ambas: El debate es algo destructivo, ya que es una confrontación entre dos posturas, donde una trata de demostrarle a la otra que está equivocada. Por otro lado, el diálogo es colaborador, y busca encontrar un punto en común, abrir nuevas perspectivas, y llegar a un entendimiento mutuo.

Hay pocas pruebas que sean tan contundentes para demostrar que las Humanidades se están perdiendo que la desvirtuación del diálogo en la sociedad. En el día a día, es muy complicado encontrar el verbo “dialogar” en cualquier aspecto de la vida. La televisión siempre habla de debates, en las universidades se fomenta el debate, la política consiste en debates. Ya ni siquiera importa qué se defiende – lo único fundamental es la capacidad de ser vistoso y ofensivo. Ante este panorama, ¿Es posible de verdad hacer un cambio? ¿Pueden de verdad las Humanidades y sus valores tener en la Sociedad el sitio que se merecen? La respuesta es que sí, se puede lograr esto mediante una educación que esté basada en una serie de premisas – o, mejor dicho, valores – fuertes, para abordar los desafíos y las complejidades del mundo moderno.

Edgar Morin, en “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro”, hace hincapié en la necesidad que tiene la educación de beber de la figura del Humanista y de las Humanidades, para lograr la comprensión mutua entre personas, abordar la condición y la naturaleza humana, y cimentar una ética universal; sin ir más lejos, es la que nos proporciona las herramientas para reflexionar sobre nuestras responsabilidades y deberes hacia los demás y hacia el planeta. Si no somos capaces de llegar a estas conclusiones por nosotros mismos y lograr entenderlas, por mucho que sean impuestas, nunca lograrán generar una huella real en nosotros.

Aquí es donde subyace el verdadero papel de las Humanidades. En la propia obra de Nuccio Ordine, “La utilidad de lo inútil”, se explica cómo las disciplinas humanísticas “no dan ningún beneficio, y no producen ganancias, pero sirven para alimentar la mente, el espíritu, y evitar la deshumanización de la humanidad”. El conocimiento de las Humanidades es justamente lo que nos ayuda a construir el quiénes somos, y un sinfín de valores positivos. De hecho, cuanto más sabemos – me vuelvo a remitir a Sócrates – más nos damos cuenta de que no sabemos nada. Y entender esto, sin lugar a duda, es el primer paso hacia la humildad.

¿Cómo podemos priorizar aspectos cuantificables, como algoritmos o ecuaciones, a lo cualitativo? Las Inteligencias Artificiales terminarán – antes o después – realizando todas nuestras tareas de carácter objetivo. Es primordial empezar a desenvolverse en lo que va más allá de lo neutral; no podemos permitir que las herramientas que creamos sean más conscientes a nivel “humano” que nosotros.

Sydney J. Harris tiene un artículo magistral, “Strictly Personal”, el cual contiene una frase que resume muy bien el punto tratado: «El verdadero peligro no es que los ordenadores comiencen a pensar como los humanos, sino que los humanos comiencen a pensar como ordenadores”. Un ordenador jamás podrá ser persona, por mucho que emule sus características y comportamientos a la perfección. Pero ¿Una persona puede convertirse en ordenador, si deja de lado todo lo que le hace humano?

Es hora de entender que estamos atravesando una crisis. ¿Cuánto tiempo dedicamos a fomentar y entrenar virtudes – más allá de la de alimentar el algoritmo de las Redes Sociales? ¿Y por qué nos conformamos con un modelo que disgusta, pero no hacemos nada para cambiarlo?

Volviendo a la dicotomía establecida al principio del artículo, estamos en tiempos difíciles. Esto es por la falta de las Humanidades en la Sociedad: Nuestro egoísmo ha opacado valores como la empatía y la sensibilidad. Siempre y cuando no tenga que ver con los intereses propios, ¿para qué va uno a perder tiempo y esfuerzo en involucrarse en algo que no va a dar ningún beneficio personal, más allá de la autocomplacencia?

La asociación “American Humanist Asocciation Center for Education”, fijó una serie de compromisos, los cuales consideran que son los que cualquier persona que viva conforme a unos valores humanistas debe tener. Estos son la empatía, el pensamiento crítico, el desarrollo ético, la paz y justicia social, el servicio y la participación, el altruismo, la humildad, el respeto por el medioambiente, la conciencia global, y la responsabilidad.

Prácticamente a todo el mundo al que le preguntes si está de acuerdo con estos principios te dirá que sí, pero ¿Cuánta gente después aplica esto en su día a día? Y, peor aún, si se está de acuerdo con esto, ¿Por qué se siguen menospreciando las Humanidades, y colocándose por delante de otras disciplinas, sabiendo la importancia a nivel antropológico que tienen para la persona?

Con este artículo, no quiero llamar a la acción, sino a la reflexión. No es mi objetivo cambiar vuestro comportamiento, o forma de actuar; pero sí lo es que, aunque sea un poco, reflexionemos sobre el papel que tienen las Humanidades en la sociedad y – más importante aún – en nuestra propia vida.

 

Bibliografía

Bauman, Z. (2013). La cultura en el consumo de la modernidad líquida. Fondo de Cultura Economica.

Bohm, D. (2013). On dialogue. Routledge.

Harris, S. J. (1953). Strictly personal.

Ki-Moon, B. (s. f.). Opening of the 2014 World Conference on ESD – Ban Ki-moon [Vídeo]. UNESCO Multimedia Archives. https://www.unesco.org/archives/multimedia/document-3775

Lorde, A. (2018). The Master’s Tools Will Never Dismantle the Master’s House. Penguin UK.

Morín, E. (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. http://atlas.umss.edu.bo:8080/jspui/bitstream/123456789/569/1/LD-300-156.pdf

Muro, J. (2024, 22 febrero). El desafío del humanismo digital: entre la fascinación y la conciencia colectiva – Ethic. Ethic. https://ethic.es/2024/02/el-desafio-del-humanismo-digital/

Ordine, N., & Flexner, A. (2017). La utilidad de lo inútil: Manifiesto. Acantilado.

Ramos, J. (2023). El efecto Dunning-Kruger: La doble carga de la incompetencia. XinXii.

Schopenhauer, A. (2010). El arte de tener razón: expuesto en 38 estratagemas.

The ten commitments. (2024, 9 febrero). AHA Center For Education. https://americanhumanistcenterforeducation.org/ten-commitments/