Artículo redactado por Miguel Senin González

En los últimos años, he observado un cambio significativo en la forma en como las personas perciben y responden a las situaciones de peligro y emergencia. Considero que con la comodidad y la seguridad que proporcionan las sociedades modernas y desarrolladas, la noción de instinto de supervivencia parece haberse diluido en gran medida.

Antes, nuestros antepasados dependían de su instinto de supervivencia para enfrentar los desafíos del entorno natural, como la búsqueda de alimentos, la defensa contra depredadores y la adaptación a condiciones climáticas adversas. Este instinto les permitía tomar decisiones rápidas y efectivas en momentos de crisis, garantizando su supervivencia, la de su núcleo cercano y la de su familia. Sin embargo, con el avance de las nuevas tecnologías, y la globalización, muchos individuos han perdido la conexión con sus instintos más básicos y se han vuelto más dependientes de la comodidad y la conveniencia que ofrece la vida moderna.

«Si nos dan todo hecho, ¿Para qué esforzarse?» – pensarán muchos. Esto se refleja en el aumento de conductas de riesgo de las que no son conscientes (o, al menos, no parecen serlo), de la falta de preparación para situaciones de emergencia donde muchos no saben cómo reaccionar, y una disminución en la capacidad de respuesta ante amenazas potenciales, lo que provoca una menor protección a esas cosas que nos importan de manera indirecta.

A nivel individual, la falta de habilidades de supervivencia y la incapacidad para enfrentar situaciones de crisis pueden poner en peligro la vida y la integridad de las personas. A nivel social, esta falta de instinto de supervivencia puede tener un impacto negativo en el desarrollo de las naciones. Las sociedades que carecen de una cultura de precaución y preparación ante emergencias pueden sufrir consecuencias graves en caso de desastres naturales, crisis económicas o instigaciones foráneas. Además, la falta de habilidades de supervivencia puede llevar a un aumento en la dependencia de la ayuda externa y en la incapacidad de las comunidades para hacer frente a los desafíos que se presentan.

Es fundamental fomentar la educación y la conciencia sobre la importancia del instinto de supervivencia en la vida cotidiana. Promover la adquisición de habilidades básicas de supervivencia, orientación en la naturaleza, gestión de riesgos, la promoción de la ayuda familiar y entre comunidades locales, así como la resiliencia ante situaciones de emergencia, puede ayudar a las personas a estar mejor preparadas y a tomar decisiones más acertadas tanto en momentos críticos como en decisiones cotidianas a nivel político y social. Además, es necesario fomentar una mentalidad de precaución y responsabilidad frente a los desafíos que se presentan, para poder garantizar la seguridad y la supervivencia de las generaciones futuras.

La pérdida del instinto de supervivencia en la sociedad actual también está estrechamente relacionada con la pérdida de identidad nacional. A medida que las personas se desconectan de sus instintos más básicos y se vuelven más dependientes de la tecnología y las comodidades modernas, también tienden a perder el sentido de pertenencia a su comunidad, cultura y país.

La identidad nacional juega un papel crucial en la cohesión social y en la construcción de una sociedad fuerte y resiliente. Cuando las personas se sienten parte de una comunidad, comparten valores, tradiciones y un propósito común, están más dispuestas a colaborar, apoyarse mutuamente y trabajar juntas para superar desafíos y crisis.

Sin embargo, la globalización y la influencia de la cultura de consumo han contribuido a la homogeneización de las identidades individuales y colectivas, diluyendo las fronteras culturales y disminuyendo la importancia de la identidad nacional. Muchas personas se identifican más con valores universales o tendencias globales que con su propia cultura y tradiciones, lo que puede llevar a una pérdida de cohesión social y a un debilitamiento del tejido social.

En este sentido, la falta de instinto de supervivencia y la pérdida de identidad nacional están estrechamente interconectadas. Una sociedad que ha perdido la conexión con sus raíces, valores y tradiciones también puede carecer de la resiliencia y la fuerza necesarias para enfrentar desafíos y emergencias de manera efectiva. Además, la falta de identidad nacional puede llevar a la fragmentación social, la polarización y la falta de solidaridad entre los ciudadanos, dificultando la respuesta colectiva a situaciones de crisis.

Por lo tanto, es crucial promover la recuperación del instinto de supervivencia y reforzar la identidad nacional como pilares fundamentales para el desarrollo de las naciones. Fomentar el orgullo por la cultura propia, la historia y las tradiciones locales, así como promover valores de solidaridad, cooperación y resiliencia, puede contribuir a fortalecer la cohesión social y a preparar a las sociedades para enfrentar los desafíos presentes y futuros de manera más efectiva y unida.

En el contexto del capitalismo, que se caracteriza por la búsqueda del beneficio individual y la competencia económica, se ha fomentado en gran medida una cultura de consumo y comodidad. Este enfoque en la maximización del bienestar material ha llevado a un alejamiento de las habilidades de supervivencia y a una mayor dependencia de servicios y productos que brindan comodidad inmediata. A medida que la sociedad se vuelve más consumista, se puede perder el valor de la autosuficiencia, la precaución y la preparación ante situaciones de emergencia.

Las sociedades liberales suelen valorar la diversidad cultural y la apertura a influencias externas, lo que puede llevar a una dilución de las identidades locales en favor de una identidad más global o universal. Además, la promoción de la libertad individual a menudo ha llevado a un aumento en la autonomía personal, pero también a una menor dependencia de la comunidad y a una disminución en el sentimiento de pertenencia y solidaridad, priorizando en estas sociedades en muchos casos el bien individual en detrimento del colectivo.

Tanto el capitalismo como el liberalismo han introducido ideas de individualismo y competencia que pueden socavar la cohesión social y la solidaridad comunitaria. En lugar de priorizar la preparación colectiva y la colaboración en la resolución de problemas, estos sistemas suelen enfatizar en la responsabilidad individual y el éxito personal, lo que lleva a un debilitamiento del sentido de identidad nacional y de la voluntad de trabajar en conjunto, para enfrentar desafíos comunes.

Me gustaría concluir con la siguiente cita: «Salus populi suprema lex esto» – Cicerón.

Traducción: «La seguridad del pueblo debe ser la ley suprema».

Esta cita resalta que la principal responsabilidad del Estado debe ser la protección y el bienestar de los ciudadanos, lo cual es la base para la supervivencia de la nación.