Artículo redactado por Francisco de Asís Ramos García

 

Estoy CANSADO de oír repetir continuamente eso de que el Bien y el Mal son relativos. ¿En qué momento hemos aceptado esto como argumento válido e incluso razonable? Si bien es cierto que ya se ha escrito sobre conflictos relacionados con este tema anteriormente en otros artículos, hoy me gustaría que desmintiésemos este mito sobre la supuesta “relatividad del bien y el mal”.

En uno de los artículos previos a los que hacía referencia ya se hablaba sobre que no hacer el mal no significa hacer el bien y viceversa. Es decir, Bien y Mal no se tratan de dos categorías opuestas. Bien es lo contrario de mal, sí. Pero, al contrario de lo que se suele pensar, estas dos categorías no tendrían lugar en una representación gráfica tipo Yin Yang donde ambas ocuparían posiciones idénticas o simétricas. Estas fuerzas no son igual de poderosas. El mal no es una fuerza equivalente al bien.

Esto puede sonar muy abstracto, así que vamos a explicarlo a través de un ejemplo. El calor es una energía. El frío, aunque sabemos que existe, no es una energía. Es la ausencia de energía calorífica. Sucede exactamente lo mismo con el bien, que es una fuerza, contra el mal, que es la ausencia de esta.

Todo lo que existe ha sido nombrado por el hombre para el bien. El bien es la razón ulterior de la existencia.Cada cosa que existe tiene un servicio, un propósito. Un poder. El mal es todo aquello que no sirve, que se sirve a sí mismo, o que usa su poder con fines alejados a su propósito. Un ejemplo es la enfermedad (que podemos relacionar en este caso con la posición del mal) como ausencia de la salud. Pero también se da en niveles más profundos del ser.

Una persona inteligente ha nacido con esa capacidad para servir a un propósito. La inteligencia es un bien. Pero, ¿qué sucede si esa persona no sirve? Es común encontrar a personas inteligentes que usan su conocimiento para demostrar lo que saben, para quedar por encima de otros en debates o conversaciones, para, en definitiva, alimentar su propio ego. No desaparece en este caso ese bien que es la inteligencia. Pero hay una ausencia de propósito en el uso de esta, y, por tanto, ocurre un mal. El narcisismo, la egolatría, la búsqueda de la saciedad del yo a través de alimentarse del otro. Cuando las personas inteligentes están realmente llamadas saciar al otro a través de alimentarles del yo. Del mismo modo que el fuerte está llamado a servir al débil. El rico a servir al pobre.

El poder está llamado a servir. Siempre.

Todo lo que no sea eso, o no es poder, o está corrupto. Y ahí existe el mal, sólo donde la ausencia del bien le permite actuar. Condenado al segundo plano, a la inferioridad respecto al bien.

Esto no quita que las manifestaciones tanto de uno como de otro sean casi infinitas. Una medicina usada con fines psicodélicos estará siendo mal utilizada. Una cuerda usada para la escalada está salvando una vida, mientras la misma cuerda usada para el suicidio la está quitando. Pero esto no convierte el mal o el bien en elementos relativos.