Artículo redactado por Francisco Fraile

Una canción de reggaeton puede hacerte bailar, una de rock, vibrar, y una de jazz, hacerte sentir que estás viviendo en una época completamente diferente. La música produce una gran cantidad de emociones en nosotros, y es una compañera fundamental de nuestras vidas. Hay miles de ejemplos de célebres figuras históricas avalando la música, siendo vista incluso como una parte integral del ser humano. Citaremos, entre todas las posibilidades, al poeta Henry Wadsworth Longfellow, miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias, el cual declaró en 1835: “La música es el lenguaje universal de la Humanidad».

 Podemos entender esta definición de varias formas, dependiendo si hablamos de “lenguaje” en el sentido de medio de comunicación, o “lenguaje”, como medio de comprensión. Aunque parezcan definiciones parecidas, no son lo mismo; La música puede ser escuchada por todo el mundo, y ser, en ese sentido, “entendida”, ya que no existe ninguna barrera idiomática. No obstante, puede no transmitirnos nada, o incluso llevar a discusiones. Como ejemplo personal, cada vez que voy con mi familia en el coche, hay “conflicto” por la música que suena: A mi padre y a mí nos gusta la música celta, y solemos ponerla cuando estamos juntos en el coche, sin embargo, a mi madre y a mi hermana les desagrada, por lo que a veces es complicado llegar a un “consenso musical”. Es decir, en esta primera definición, la música puede ser un lenguaje universal, porque, sin importar la nacionalidad, cultura, sexo, o religión, escuchas las mismas notas e instrumentos, y puedes entender la intencionalidad de la canción, aunque no sea capaz de lograr que te llegue. Cualquier persona puede notar cuando una canción es triste o alegre.

 

La segunda definición entre en un plano más complejo, ya que entiende la música como herramienta para cambiar las cosas. Ya no es meramente algo que todos, hasta cierto punto, “entendemos”, sino algo que “comprendemos”. Entender es percibir el significado de algo, aunque no se comprenda. Comprender es hacer propio lo que se entiende y actuar en consecuencia, es tomar consciencia de algo. Cuando conectamos realmente con la música, y abrimos el corazón a la idea que el autor intenta transmitirnos, nuestras propias emociones, forma de pensar… pueden verse afectadas. Es decir, se vuelve algo trascendental, capaz de tocar nuestra alma. La propia etimología de la palabra “música”, ya habla de esta como algo “de los dioses”, ya que nace del griego mousiké ( technē ) – μουσική ( τέχνη ) – que literalmente significa «Arte de las Musas».

Considerando la gran importancia que ha tenido la música a lo largo de la historia, conviene reflexionar si realmente estamos utilizando este elemento para aportar valores positivos. Ya que, al igual que la música es capaz de moldear para bien, puede hacerlo para mal: Muchos de los regímenes más horrendos de la historia han tenido banda sonora de fondo – Horst Wessel Lied en el caso del nacionalsocialismo alemán, o, yendo a ejemplos más recientes, la canción de Kim Jong-Un que se ha hecho viral en TikTok, en la cual se le visualiza como un “amigable padre”.

Si analizas la letra de las canciones, encontrarás un mensaje idealizado, capaz de moldear realidades oscuras y de sufrimiento, y convertirlas, a oídos del oyente, en utopías. En otras palabras, la música es uno de los métodos de persuasión coercitiva más potentes que existen: ¿Cuántos nacionalismos se ven potenciados por un vigoroso y conmovedor himno? ¿Cuántas emociones pueden aflorar poniendo la canción adecuada en el momento adecuado? ¿Qué forma de pensar puedes terminar desarrollando si siempre escuchas música sesgada por ideología?

Hay naciones que, siendo conscientes del increíble poder de la música, la utilizan como medio de soft-power. Uno de los mejores ejemplos es el de Corea del Sur con el kpop, que le ha servido para captar atención a nivel mediático y proyectar una imagen idealizada de perfección. Esta resulta esencial para atraer la inversión extranjera y lograr venderse como un país potente y atractivo de cara al exterior. Es decir, controlar la música significa controlar el mundo, y varios Estados lo saben.

El problema radica en todo el bien que puede hacer la música, de todos los valores positivos que es capaz de transmitir, y lo poco que se hace. La música puede narrar historias de superación, mostrar corazones abiertos de par en par que la usan como método para expresarse, o incitar a que la gente actúe de manera empática. Pero las letras que encontramos en la música actual son (o por lo menos, es el caso de las que triunfan) vacías. Y las que tienen contenido, normalmente suelen estar plagadas de tópicos nocivos, que normalizan temas como la pornografía, el machismo, o la drogadicción.

Es el momento de que los artistas se den cuenta del poder transformador que tienen y lo utilicen para el bien. Aportar letras de esperanza y de luz para que esta sociedad, cada vez más sumida en superficialidad y oscuridad, pueda estar motivada para querer iluminar sus entornos.

 

Francisco Fraile