Artículo redactado por Francisco de Asís Ramos García
Obedeciendo a las leyes de la termodinámica, Rudolf Clausius acuñó el término entropía. Este hace referencia al proceso por el cual el universo en el que vivimos y todo lo que este contiene tiende al desorden.
Es decir, en el momento del Big Bang el universo estaba en su mayor grado de orden y desde entonces sólo se ha visto degradado, cada vez más disperso. Esto sucede en cada sistema cerrado que existe; desde galaxias hasta comunidades de personas o incluso a nivel celular.
Pero ¿en qué me afecta esto como persona? Bueno, para empezar eres un sistema cerrado por definición, así que también estás condenado a la entropía. ¿Condenado? Podría parecer en un principio que la tendencia al caos es un castigo, sí. Sin embargo no tiene porqué ser así, quédate conmigo y te enseñaré a sacar partido a tu caos interno.
Esto es complicado así que pongamos un ejemplo. ¿Has visto la trilogía del Corredor del Laberinto? Por si acaso, trataré de no hacer ningún spoiler. Al principio, nuestro protagonista se encuentra en una comunidad de adolescentes como él. Viven en un campamento autosuficiente rodeado por un laberinto. Han establecido normas que les protegen y, aparte del campamento y los muros que les rodean, eso es todo lo que conocen. Es un sistema cerrado perfectamente ordenado, ¿verdad? Y muchas veces esto es una metáfora de nuestra vida, o de lo que nos venden como una vida ideal. El campamento es nuestro hogar y de vez en cuando nos adentramos al laberinto de la carrera universitaria o la vida laboral. Y esperamos encontrar una salida a ese laberinto en algún momento que nos brinde algo más. ¿Alguno de nosotros sabe realmente qué es ese algo más que buscamos?
Durante la primera entrega nuestro protagonista forja un carácter curioso y, pese a las críticas y burlas de sus compañeros, no sólo desafía esas normas establecidas para el orden sino que también desafía al laberinto conceptualmente. Es decir, decide que el laberinto es ese algo más en sí mismo. Que no son sólo paredes. Y termina encontrando una salida para él y sus compañeros. Ha desafiado al orden y ha sido cómplice de la entropía. Pero el caos que ha creado ha generado un estado mejor al anterior. Durante las siguientes entregas podemos observar que el estado de caos que se generó anteriormente dio lugar a una expansión del sistema cerrado anterior, lo que requería nuevas normas y dio lugar a un nuevo orden.
Cada nuevo estado presenta nuevas complicaciones y ahí es donde la entropía deja de ser un castigo. Es algo inevitable. Supongamos que no se hubieran desafiado esas normas en el primer laberinto. ¿Acaso no habría llegado ese caos entrópico igualmente? En forma de recursos que se agotan, hambre y desesperación. Una aventura bien vale la pena si el caos que forjamos es mejor que el caos que se forjaría dejando todo a la deriva.
En otras palabras, hacer algo es mejor que no hacer nada. Nuestro protagonista toma decisiones a lo largo de la entrega que son equivocadas, y debe hacer frente a sus consecuencias. A veces ese algo que hacemos no es la mejor decisión posible, sino la mejor que se nos ocurre en ese momento. Pero ese es un aprendizaje que guía a nuestro protagonista hacia un final glorioso y feliz en la tercera y última entrega. Y no nos engañemos, aunque terminen de nuevo en un campamento no están igual que al principio. El caos seguirá llegando inevitablemente, pero el camino de la aventura es el mejor maestro para perder el miedo a lo desconocido.
Y aprender a dominar el caos es tan importante como aprender a dominar el orden, para que todo pueda permanecer en equilibrio.