Artículo redactado por Francisco de Asís Ramos García

Vale, ya sé que estuve hablando de la Palabra en cuanto a simbología del Antiguo Testamento. Pero esta vez quiero comentar un tema distinto, aunque haga referencia usando la misma (valga la resistencia) palabra. Y es que palabra y word son traducciones de una misma cosa, sí. Pero no significan lo mismo.

Lo que intento decir es que la forma (y el idioma) en que hablamos tiene un impacto fundamental en cómo percibimos la realidad. Porque son la herramienta que tenemos para construir la realidad.

Un ejemplo muy tonto podría ser el de mi pareja, que sabe mucho inglés y bastante francés escuchando, pero es sumamente tímida a la hora de hablarlos. ¿A qué se debe esto? A que es complejo expresarse y exteriorizar nuestra realidad en idiomas (y formas) en las que no nos sentimos cómodos.

Pero si me permiten ahondar, es algo que he vivido en primera persona. O POV (Point of View) como se diría en inglés, que no sería first person :). Sin entrar en contar mi vida, lo resumiré diciendo que he vivido 3 años en el extranjero. Hablando, viviendo, e incluso llegado cierto punto, pensando en inglés. Tal era la cantidad de horas diarias que pasaba hablando esa lengua. Y aquí entra “the word”. Hay una palabra concreta que sirve para explicar a la perfección este fenómeno.

La palabra en cuestión es matter. Matter podría traducirse al español como el sustantivo materia, pero también como el verbo importar. En cierto modo podríamos resumir su filosofía usando este término, pues matter matters. Es decir, la materia es lo que importa. Dentengámonos a analizar las implicaciones de esta sencilla frase (tan sencilla que tan sólo repite la misma palabra). ¿No tiene sentido al pensar que esta es la lengua que hablaba Darwin? Y digo Darwin por citar al científico más famoso, pero también podríamos pensar en nombres como Buckland, Hancock o Hardy. Autores cuya investigación es crucial en la cimentación de la ciencia moderna. No me gustaría que se me malinterpretase, no estoy criticando ni posicionándome. Pero lo cierto es que la metafísica construida en base a su idioma dista bastante de la nuestra, construida en base al castellano.

Sucede lo mismo con el alemán, donde seguimos hablando del verbo importar. En este caso hablaríamos de Heidegger y su término Dasein. Significa “ser ahí”, traducido de forma literal. Pero la filosofía de Heidegger abraza que aquello que somos reside en eso que nos importa. Es decir, somos ahí. ¿Ahí dónde? Ahí donde nos importa ser. Somos en función de la familia, de los amigos, de ese equipo de fútbol, o de aquel partido político. La diferencia es abismal.

Mientras una lengua aplica la importancia a lo material, al objeto en sí mismo como centro y objetivo de la observación, a pocos kilómetros se habla un idioma mediante el cual la importancia no sólo no reside en lo material, sino que no se entiende la importancia de un objeto sin su correspondiente categorización en base al “ahí” como entorno, contorno y contexto en el que se encuentra.

Os invito a acompañarme en esta reflexión y, no sólo pensar en los distintos idiomas, sino también dentro del castellano. Pensar cómo construimos nuestra realidad. ¿Digo muchas palabrotas? ¿Uso con más frecuencia el yo que el tú? ¿El ellos? ¿El nosotros? ¿Mi vocabulario es más rico en adjetivos o en sustantivos? Todas estas preguntas y cualquiera que se nos pueda ocurrir pueden ser muy clarificadoras a la hora de entendernos a nosotros mismos y la forma en que vemos el mundo.

Y por eso soy tan pesado con the word. Das wort. Le mot. La palabra.